lunes, 30 de julio de 2012

para no dormir


Se sacudió la cabeza y miró hacia el techo de su cuarto.
No había dormido lo suficiente esa noche, para obligar a que entrara el sueño se puso a leer el libro de 1Q84. La historia de Tengo y Aomame eran suficientes para espantar eso que se llama dormir. Era una noche de lluvia, de disparos que se oyeron a lo lejos, pero eso no interrumpió para nada la lectura…
Me imaginé que tenía en frente de mi cama a Tengo, haciendo la revisión y redacción de un cuento corto que le di a revisar. Tomando café o té de limón… me le quedé mirando para ver que hacía. Sacudí la cabeza y giré para el otro lado y sentí que me ponían un alfiler en la nuca… para no despertar jamás. Solo miré por un segundo y como que apagaban la luz, porque poco a poco me quedé quieto, y la sonrisa de la mujer que me había dado el toque mágico para el más allá: Aomame...
-uf! Qué resaca de sueño tengo. Es como que hubiera ‘chupado’ botellas de vino. No aguanto la cabeza. Pesa. No la puedo levantar… cuento hasta diez, quince y veinte. Como un ‘don dormido’ me dirijo hacia el baño; abro la llave para que caiga agua de la ducha; solo cuando mi cuerpo sintió el cubetazo de agua fría y después la caída del agua caliente terminé de despertar…
Me quedé mirando enfrente. El agua seguía cayendo en mi cabeza y mojaba todo mi cuerpo. Contaba los ladrillos, 1 a 60; sumaba 6 luego multiplicaba por 10… 60. Me sacudí y espanté a la pereza, la soledad, la tristeza y sentí el olor a jabón.
Cuando terminé de bañarme, me puse la chaqueta de siempre, la camisa arrugada, el pantalón de ‘corduroy’  y bajé para preparar el café… mientras este se hacía, releí, o mejor dicho ‘ojié’  las noticias de los periódicos de la mañana. Ya conectado al skype me lancé para hablar con los paisanos.
Curioso, hay mañanas que uno se despierta como un robot, y aun así, uno se da cuenta que necesita ponerle el ‘aceitillo’ a la máquina, para que se mueva y siga haciendo su trabajo. Es decir, por más máquinas que nos sintamos, es prioridad tener los pies en la tierra para andar y hacer que todo marche bien…

Esto decía el señor que llamó para hacer el viaje de su casa a la oficina. Me lo decía a mí que llevaba el taxi, pero lo decía mirando hacia enfrente, sin mirarme, como mirando a alguien adelante y que no era a mí que me contaba lo que estaba pasando. Yo solo le escuchaba y le decía, si, no, ajá…
Hay clientes que son así. Hablan solos y te cuentan historias de su vida. Pero esta me pareció de película, y me imaginaba al señor que se levantaba, y que vivía lo leído con su novela. Se me ocurrió preguntarle
-logró dormir alguito, señor?
-no le digo pues,  me emocioné leyendo y se me olvidó dormir. Ahora llevo esto que pesa, es como un pasajero más que viene pegado a mi espalda.
-no se quitará ni con un café. Ojalá logre dormir bien hoy por la noche…
-espero que sí, pero si se me ocurre tomar ese ladrillo de libro que tengo en la mesita, para qué le cuento. Total, no hay mejor manera de espantar la soledad, la tristeza y el dolor que con una buena lectura. Usted lee? –preguntó y esta vez si que me miró.
-de vez en cuando señor, de vez en cuando.
-pues mejor si lo hace cada día, para recrearse, para espantar a los espantos que lo rodean a uno o de repente dejarse llevar por esos espantos también…

Sólo atiné a decirle, de repente señor, de repente…