Mientras iba manejando mi taxi (mi, es un decir, porque el carro está a nombre de la empresa, del señor aquel…) iba recreando el paisaje de aquellos años atrás, los de mi niñez y juventud…
La belleza que ha tenido la naturaleza, el ser humano la ha modificado mucho, la ha ido desapareciendo poco a poco en nombre del progreso y desarrollo.
Recuerdo cuando se estaban arreglando esta carretera, las grandes colas que se hacían; y como siempre, las camionetas se te metían con toda impunidad… “reflejo de la anarquía” que caracteriza a algunos. Humazón y contaminación de todos lados…
Pasábamos por estas montañas en aquellos años y mirábamos los pinos, los cipreses, la neblina espesa, las ovejas pastando por los campos, los niños y niñas bien chapuditos de los cachetes –puras manzanas rojas- , el tremendo frío que caracteriza al occidente. Los señores caminando con su carga de leña… aves volando de un lado para otro.
Ah!, años aquellos. Sentir el frío que te cala en los huesos, la tembladera que da en el cuerpo, obligado a parar por “los encuentros” para tomar un chocolate caliente y comer una shequita.
El ayer y el hoy se me cruzan por la memoria, lo siento en el cuerpo y lo vivo en el recuerdo… me da nostalgia.
Mientras tanto, caos de carros en este cruce. Busco algo de música en la radio y nada… está lleno el dial de puras radios evangélicas, mensajes de conversión, de pecado, de culpa, de… lo que me faltaba, no sólo me siento culpable de no sé qué y esto... Miré algo de mi música trova:
Un homenaje a la que me hizo “volver a los 17”, la voz hermosa de la negra, la inmortal… en paz descanse. Ella seguirá viva por su canto, su voz… su compromiso con el pueblo…y todos los que hemos cantado sus canciones, porque yo, aunque no me creas, en mi taxi canto todas sus canciones...
La belleza que ha tenido la naturaleza, el ser humano la ha modificado mucho, la ha ido desapareciendo poco a poco en nombre del progreso y desarrollo.
Recuerdo cuando se estaban arreglando esta carretera, las grandes colas que se hacían; y como siempre, las camionetas se te metían con toda impunidad… “reflejo de la anarquía” que caracteriza a algunos. Humazón y contaminación de todos lados…
Pasábamos por estas montañas en aquellos años y mirábamos los pinos, los cipreses, la neblina espesa, las ovejas pastando por los campos, los niños y niñas bien chapuditos de los cachetes –puras manzanas rojas- , el tremendo frío que caracteriza al occidente. Los señores caminando con su carga de leña… aves volando de un lado para otro.
Ah!, años aquellos. Sentir el frío que te cala en los huesos, la tembladera que da en el cuerpo, obligado a parar por “los encuentros” para tomar un chocolate caliente y comer una shequita.
El ayer y el hoy se me cruzan por la memoria, lo siento en el cuerpo y lo vivo en el recuerdo… me da nostalgia.
Mientras tanto, caos de carros en este cruce. Busco algo de música en la radio y nada… está lleno el dial de puras radios evangélicas, mensajes de conversión, de pecado, de culpa, de… lo que me faltaba, no sólo me siento culpable de no sé qué y esto... Miré algo de mi música trova:
Un homenaje a la que me hizo “volver a los 17”, la voz hermosa de la negra, la inmortal… en paz descanse. Ella seguirá viva por su canto, su voz… su compromiso con el pueblo…y todos los que hemos cantado sus canciones, porque yo, aunque no me creas, en mi taxi canto todas sus canciones...
Los vehìculos quedaban chiquitos ante este inmenso paisaje… viajar a la capital era un lujo. La primera vez que viajé tenía 10 años. Esa vez estrené camisa amarilla floreada y un pantalón campana, estaban de moda en aquellos años. El pantalón era celeste y tenía una cuchilla en el ruedo de color mostaza. ¿Te reís de mi verdad? Era distinguido en esos años (color "chinga la vista", dicen los cuates), pero por el color que llevaba…viajaba sentado en las piernas de mamá, porque sino me tocaba pagar. Bueno, pagaba ella.
Este viaje de la capital para el occidente es como un retroceso… regresar a lo que fui, o mejor dicho, de donde salí y soy ahora; después de la voz de la negra, me recordé de esa canción de … “cuánto perdí…cuánto logré… que cosas me han de doler…”
-no se preocupen señores, esta carretera es segura, les decía
-nos dijeron que en estos lugares hay mucho peligro, decía el turis este…
-pues debe ser, corremos peligro cuando vemos que las quichelenses se le avientan a uno…
-¿quién es ese grupo? Preguntó desconcertado el turista.
-son las camionetas que vienen del departamento de el Quiché. Se le dejan venir a uno, o en su caso como la que nos pasó pegadito en la subida… como que ha recibir herencia va…
- tremendo, tremendo… es imprudencia. En mi país ya le hubieran quitado puntos, remató.
- malaya, le contesté, aquí les dan puntos… porque ni la poli hace nada, ni la gente les dice nada… todos llevan prisa y no les importa atropellar al otro, al que se atraviese, pero cuando a uno le toca… ummm..., ((hay imprudencias de la gente también) somos capaces de lo impensable para el otro. Me recordé lo vivido en un 10 de octubre, hace pocos años: le debo la vida.
en fin, nos fuimos hablando de la comida, de los trajes, del idioma, de la historia de cada pueblo, de lo que fue ayer y como está ahora… de repente te lo cuento…
De repente vas a conocer la historia de estos pueblos…mientras, te dejo con este homenaje...
No hay comentarios:
Publicar un comentario