domingo, 16 de octubre de 2011

El buen vivir


Estos viajes que uno hace está lleno de vida, anécdotas y sobre todo, de mucha paciencia. Viene a mi mente unos días que nos quedamos en el taxi atrapados en la ruta que conduce de Cobán a Petén, y esto por las tremendas lluvias que estamos aguantando en estas últimas dos semanas del mes de octubre.

No sólo por la parte de compromisos que uno lleva sino lo que significa quedarse tres días en la ruta; imaginate como son esos días en el que nos quedamos atrapados, porque en la medida que avanzamos hacia adelante, ya no podíamos volver atrás porque los derrumbes o "los ríos que se crecieron", decían los que se iban sumando a la cola de carros, camiones y microbuses que teníamos en nuestra fila, pues se hacía ya imposible regresar y "dar la vuelta".

Estar en la orilla y, menos mal, cerca de una aldea que nos dio de comer durante los tiempos de comida; por cierto que comimos frijolitos, tayuyos, tortilla con queso y otras veces "puros chuches". Pero lo que llamó mi atención fue aquello de que si querías cruzar el río, los vecinos improvisaron una balsa; claro, había que pagar una cantidad para esos 100 metros que te ayudaban a cruzar… no, si los vecinos improvisan, y recrean cuando de "centavitos" se trata. Me hubiera gustado la solidaridad y que cruzaras de gratis, pero "neles", ese día todo era pagado.

Cabal, eso es lo que me imagino estará pasando en algunos puntos de este país, cuando nuevamente se vuelven a tapar las carreteras por los benditos derrumbes y ni modo, hay que pagar "si querés llegar rápido" a donde vas…

Esos días, no solo dormimos mal, comimos más o menos, sino que quedamos mal en la entrega del informe. No nos perdonaron e hicieron una carta de llamada de atención, diciendo que "éramos unos irresponsables" porque no cumplimos con la entrega del famoso informe.

Un poco de rabia, tristeza y cansancio, pero al final llegamos a donde debíamos y nos volvimos como chuchos, con la cola metida entre las patas, y volver a empezar. Esta vez, nuestro regreso, lo hicimos por la otra ruta, por si las moscas…

Las noticias de estos días son parecidas a esas jornadas: casas inundadas, ríos crecidos, derrumbes, puentes que se fueron enteritos, y lo más triste niños, mujeres y hombres que murieron. Hoy se pide solidaridad para con nuestros paisanos que sufren las inclemencias del tiempo; que aportemos con lo básico para ir "paliando" las necesidades del pueblo…

Mientras los otros, los pocos de siempre, estarán echando cuentas de cuánto van a cobrar por reconstruir aquello que hicieron mal, de aquello que significa ganancia para sus bolsillos al entregarnos obras de muy mala calidad. Es cierto, que también hay que ser cabales, también es el nivel de responsabilidad que tenemos todas y todos por hacer mejor uso y aprovechamiento de nuestros recursos. Tienen mucha razón nuestros abuelos cuando decían, hay que volver la mirada "al buen vivir".

Los ciudadanos tenemos responsabilidad de usar bien los recursos que tenemos; pero también lo tienen las grandes empresas que no han hecho más que crearnos necesidades y convertirnos en sus consumidores, sacrificando la contaminación y destruyendo nuestra naturaleza…

¿Cuántas tormentas, precipitaciones pluviales, huracanes vamos a seguir teniendo como consecuencia de esta cadena de rompimiento y destrucción del medio ambiente?

De repente tienen eco mis palabras, de repente...

domingo, 9 de octubre de 2011

¿Lejos o cerca?

Pensaba que entre estas idas y venidas, "ires y llegares", lejos y cerca buscamos un modo de estar bien y aportar humanidad, o sencillamente lo que somos; pero cuando los paisanos y paisanas se van es porque de plano ya se cansaron de vivir aquí... ¿qué queda?


Pues yo creo que también "me voy lejos de aquí" y comenzar allá, donde el pueblo. La verdad no sé si es lejos o más cerca también. Yo creo que nunca nos vamos tan lejos, siempre estamos pensando en el "terruño", la gente, las amistades, el trabajo que se puede hacer aquí o allá. Total, estoy preparando el viaje y llevarme todas mis chivas en el taxi...







(chaab'il li bich re li ixq: buena la canción de la chica)

sábado, 8 de octubre de 2011

un día en la calle

Llegué de madrugada, 4:30 de la mañana, hacía frío. Caminé despacio hacia donde estaba la casa con techo de lámina más salido. Me quedé parado, porque sentarme no podía, si estaba el piso mojado pues. Miré hacia los lados y la gente empezaba a llegar y cruzarse entre sí, muy pocos pero llegaban a subirse al microbús que los llevaría hacia algún lugar…

Te da esa sensación de que estás solo. Sentí helado todo el cuerpo, la lluvia caía con más fuerza y yo empecé a sentir miedo cuando me vi solo en esa calle principal del pueblo. Silencio, gotas de lluvia, chorros que caían de la lámina. Me dieron ganas de estar en mi camita, dormir y despertar cuando el reloj me diera el primer "tilín…"

Eso ya no es posible pensé, estoy aquí porque el chance me obliga a estar en esta esquina. Quería que amaneciera rápido para empezar la jornada con el pueblo. Dieron las cinco, y me fui a la esquina, donde está la señora que vende cafecito caliente.
- Me da un cafecito porfa,
- Seguro, con este frío y lluvia, vale la pena joven…
- Sí,- atiné a decir-; mientras tanto, el ayudante del microbús gritaba "santa elena, santa elena..." lo cantaba entre dientes, tapado con su chumpa

Amaneció lentamente ese día, muy lento, pero no dejé de sentir esa soledad, miedo y pena por un país que se descompone poco a poco… pena porque muchos niños o gente que duerme en la calle pasan ese frío que yo sentía también; hambre o sed y la necesidad de tomarnos un cafecito… tantos gustos que muchas personas no pueden darse ¿por qué hemos llegado a tamaño frío, soledad?

La lluvia poco a poco fue menguando y el sol se sacudió entre las nubes para prepararnos un día de calor… de esos calores que de plano sacuden las chumpas y camisas. Sudar y sudar fue lo que se experimentó ese día, para luego al cierre de la tarde volver a llover, pero esta vez ya en una camita que los cuates me prestaron para pasar la noche.

Te has dado cuenta que el clima cambia repentinamente: se siente el calor, el frío, la lluvia y luego el día nublado. Es increíble como nos vamos acomodando en estas circunstancias y, sobre todo, que el trabajo también marca su ritmo. Extrañaba mi taxi, que dejé en el taller para estar listo en los próximos días que vuelva, porque de plano es el que saca las penas y las conversas con la gente.

Un día como todos los demás, estaré conociendo la ruta; ver los paisajes verdes, los ríos crecidos, los puentes que se cuelgan por puro milagro. La gente que vive cerca de la orilla del río está que se lleva todas sus cosas a "rempujones" porque el agua ya entró al ranchito… cada año el mismo ejercicio ¿y a dónde van pues, si es el único lugar que tienen para vivir?