Era tanta mi tristeza que hasta el sueño se espantó de mí. Me ha dejado solo hasta conmigo mismo. Daba vueltas y vueltas conmigo. He querido dormir y no he podido; mejor me he levantado para contarte mi tristeza.
Me quedé pensando en aquella palabra que oí en mi taxi: "se hiere donde más se te ha herido"
Me he puesto ha pensar en qué momentos de la vida he herido yo, a quién, a cuántos, cuándo, cómo. Me cuesta encontrar respuestas, o será que no las quiero aceptar.
Herí aquella vez a una señora porque no le regalé nada en un día de la madre. Ella iba acompañada de otra señora, mamá de un amigo. Se iba de la fiesta y dije: "antes de que se vaya, reciba este regalo" (según yo, había quedado bien con la mamá de mi amigo) Me dí cuenta de mi torpeza en la noche, porque no le di un regalo a la otra madre que la acompañaba. Esa noche me sentí triste y muy mal porque no felicité a la otra señora. Me dio coraje, y no me he repuesto nunca. Por eso ahora, me cuesta regalar algo, porque siento que se queda corto mi regalo… además, no sé que regalar.
Regalé mi cariño, tal y como soy, pero creo que lo regalé mal porque me dejaron...
Regalé mi trabajo, y nadie me felicitó, siempre hubo más trabajo, cada vez más y más…
Regalé al taxista que soy y no me entendieron, me dejaron siempre...
Mejor me he regalado a mi mismo esta soledad, y es como mi sombra, se ha pegado como mi pijama vieja y rota que ahora esta conmigo platicando con estas letras. Creo que nunca me va a dejar… es más, ya me llamó: "venite a dormir", me dice otra vez...
De repente le regale mi sombra, para que sea el único que me acompañe, no le quiero regalar la tristeza, porque eso duele, de repente se espante con mi sombra y se va de una vez.
Me volvió a llamar: venite a dormir. Tengo miedo de ir a la cama.
Es tanta la tristeza de ahora que me siento como el niño que quiere dormir con la luz encendida en su cuarto; quiero tener un pañuelo para usarlo como la alfombra voladora, quiero tener una almohadita y un conejito que suene para que me acompañe en el viaje de subir montañas y ver el horizonte… no quiero estar solo.
Quiero ser como niño y estar cerca de los niños para jugar, correr, bicicletear, leerles cuentos, jugar al escondite otra vez. Quiero decir: un, dos, tres, cucu…
De repente me siento niño y grande a la vez. Bañar a los pequeños y vestirlos; verlos crecer y jugar en su columpio de madera; verlos correr con su perro que mucho quisieron (su chaim)
Estoy llorando para ver si espanto a la tristeza, a ver si se moja y le da frío y se va a otro rincón… hoy ni la luna salió, por eso le da miedo salir de este cuarto prestado que tengo.
De repente… de repente se va mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario