Me ha sonado esa farsa en un banco local. La señorita me dijo “¿en qué le puedo servir?” Mientras se miraba las uñas, después como que buscaba algo en su bolso, luego preguntó por un papelito a la otra seño de al lado… me soltó una risita (que falsa me dije en mis adentros)…
'Malaya' suerte la mía, llamaron por teléfono. Pa’ qué te digo… haber, decía: “no para nada… (y yo qué –contestaba en mis adentros- pintado estoy) dígame… ajá… no le creo. Vaya, está bien… para servirle”. Otra vez la palabra… pero esta vez si fue con cariño. Continuó… “sí le llamo luego… sí, ya le dije…”
Yo esperando ahí sentado en frente… quería gritar. Mejor respiré profundo y “contá hasta diez” me decían mis recuerdos de consejos para mantener la calma. De plano que alguna cámara me registró con cara de sospechoso…
Que le voy hacer, estaba enojado.
Después de un rato, me repite esa su frase… esa que te dije. De seguro que le respondí muy serio porque me miró con cara de pocos amigos. Ahora sucede que yo le “jodo” su rato de alegría…
Cabal me acordé de una licda., que comentó en clase esto de “¿en qué le puedo servir?” Me reí de ese rato alegre en clase y con lo que estaba viviendo, ahora, en “este rato”. De seguro le parecí loco a la secre del banco que se me quedó mirando, hizo su mueca esa… y de plano pensó: “loco”
Así pasa con esta amabilidad que tiene esta burocracia de los servicios públicos… salí corriendo para mi chance, porque allá no me perdonan que pierda el tiempo… en cualquier momento me lo echan en cara.
No me queda más que decir a los que me esperan en la oficina… “perdone, mucho tráfico” (mentiroso el hombre, solo por salvar a la bendita secre del banco). Y dale que me salió el “perdone” también a mí.
De repente creeré, la próxima vez, en esa frase que me dijeron en el banco
... de repente
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